miércoles, 2 de abril de 2008

Atisbos de unos días en Caracas 2006

¿Venezuela revolucionaria?

Es difícil pensar en una revolución o en sociedades revolucionarias en pleno siglo XXI (siglo esencialmente consumista y capitalista) pero el romanticismo de Chávez me hizo pensar por un momento que podría haber mundos antojadamente diferentes a los impuestos por los gringos. A si que fui a Caracas, lastima que por muy poco tiempo, ha satisfacer parte de esa curiosidad social. ¿Venezuela revolucionaria? Debo confesar que entre sus calles atestadas de comercio ambulante y gente apasionadamente discutiendo los pasos de su polémico presidente no encontré tal revolución. Menos entre los sucios recovecos de una ciudad como Caracacas, congelada en el pasado y en algún "tiempo mejor" setentero y presa de enormes construcciones grises y funcionales. Algo de Sao Paulo tiene esa ruidosa capital venezolana y por lo mismo, esa humedad ambiental y contaminación acústica se ganó mi beneplácito, ya que me obsequió gratos recuerdos.

Las calles de Caracas -al igual que Sao Paulo aunque ya enumeraré poderosas diferencias- están siempre llenas de gente, conversando en voz alta, alegre y sin apuros. ¡Eso es lo mejor! esa pasividad del caribe que envidio sobre todo cuando recuerdo aquellos días en la semana agitados de en mi vida laboral periodística. En fin, el metros al igual que en Chile, es el orgullo venezolano y si, esta limpio y ordenado, pero hay que decir que la gente en las horas peak se abalanza con mucha más pasión a los carros que en chilito. El empujón es severo y un tanto agresivo...pero pensé "ellos vuelven a su casa y yo vengo de vacaciones", no me puedo quejar.

El primer impacto de esa sociedad no-revolucionaria es llegar al aeropuerto, no por la construcción, insisto setentera, sino por el caótico transito citadino que tienen en sus enormes y poco acogedoras avenidas. Debo confesar que llegue de noche y un poco preocupada por la falta de un lugar donde pasar la noche, pero siempre me ha gustado eso de que “las ciudades me acojan”: terminé durmiendo una especie de motel en medio de unos de los barros más bravos de caracas: plaza Venezuela. No fue una elección claramente, fue una presión monetaria.

Pero me salté los “tacos” infernales de bienvenida. Una vez que localicé el lugar más accesible a mi siempre escuálido bolsillo y opté por el transporte público de Venezuela: primer error. En un tramo que en Chile, incluso en horas peak, demoraría 45 minutos, en Caracas tarde fácilmente cuatro horas. ¡Es culpa de Chávez gritaba un acalorado pasajero de la ‘micro’!

Le pregunté, por curiosidad y francamente por aburrimiento a mi compañero de asiento si este tráfico era normal: segundo error. Durante todo el viaje, es decir, cuatro horas, el hombre desahogo su postura prochavista sin tregua: Ni siquiera me dejaba consentir a sus muy apasionados monólogos. En fin en el viaje me enteré que la mayoría de las calles las están “arreglando”, pero son los puentes lo que más demoran los viajes, pues la mayoría de ellos están “con problemas de infraestructura”.

Cuando tuve oportunidad tomé el metro y me dirigí al pintoresco barrio de Plaza Venezuela: que nostalgia sus calles ruidosas tan “saopaulistas”. De alguna manera ese parecido a la capital brasileña me hizo sentirme acogida en mi testaruda decisión de viajar sola. Sus calles atestadas de gente vitalmente alegres, me distraje en cada esquina con tantos cachivaches callejeros. Y encontré finalmente el hotel que virtualmente se veía tan aseados: era realmente un motel, pero a las 10:00 de la noche todo era bueno.

Me acerqué al mostrador junto a dos pintorescas putas: “Vienes las tres donde el licenciado Vidal”, estalle en una ridícula risa nerviosas, obviamente las putas me quemaron con su mirada. “No le contesté” con mi cara más angelical, “sólo quiero una habitación”. Y después de mascullar con su jefe un par de minutos me dieron mi tan preciada pieza, a esas alturas y después de cinco horas vagando por Caracas la transpiración había hecho estragos en mi apariencia física: necesitaba un baño.

La habitación parecía sacada de los celebres parajes descritos alguna ve por Henry Millar: lúgubre, bastante poco aseada y con un destello de luces de neón de la publicidad del edificio de al frente. Cogí una sospechosa toalla blanca y la coloque el suelo para poder bañarme. No tenía sueño debía salir.

En la esquina había una arepera, obviamente vendía arepas, muy concurrida y decidí comer algo ahí. Ya eran las 12 de la noche. Compré una de atún natural y una gran cerveza….pasaron uno 20 minutos y alrededor de mi mesa se había instalado un afectuosos policía, un par de putas (no las mimas del señor Vidal) y una curiosa viejita parlanchina). ¡Toda una fauna deliciosa!

(Parte 1)

2 comentarios:

No le creas al poder dijo...

Buena historia!!!..genial aquello de las trabajdoras sexuales y el retrato escrito de caracas es muy cinematográfico....

Paulo Renato César dijo...

Pela sua descrição, realmente Caracas se parece muito com o centro da cidade de São Paulo. A mesma fauna, com idiomas diferentes. As putas, a moradia suja, as pontes em ruínas, o suor do seu rosto depois da condução lotada, são os detalhes mais ricos e importantes de nossas selvas. Todo o resto não importa. São apenas dejetos do capitalismo que pende sobre nós. São Paulo te espera de braços. Sempre.